Cumplir años. Una experiencia de la que nadie puede huir. El sábado pasado me tocó a mí y, como siempre, fue un día muy intenso.
Recuerdo cuando era niña y contaba los días para mi cumpleaños. Deseaba tanto que toda mi familia se reuniera y que todos mis compañeros de clase fueran a festejar conmigo. Por supuesto, que también, me emocionaba mucho pensar en los regalos que recibiría. Pasaba el día jugando con mis amigos y siendo mimada por mis padres, y cuando caía la noche estaba esperando que todos se fueran para estrenar mis juguetes. Quedar sola y disfrutar mi momento, me doy cuenta ahora, que era mi parte favorita.
Ahora con 22 años es diferente. No mucho pero sí como para dejar atrás la ilusión de los juguetes y los juegos. Aun así, aguardo el día con muchas ansias. Todas las personas que quiero se unen para celebrar el día de mi nacimiento. Debería aclarar que mi familia es muy compleja y en ella se encuentra de todo. Los temas de conversación son tan variados que pueden ir desde la política y la sociedad de hoy en día como hasta las ganas de mi tía, de sesenta y seis años, de probar emociones nuevas como tirarse en paracaídas. Las risas y las discusiones nunca faltan y le dan colorido a ese día. Cada año los veo de forma diferente y les encuentro más errores y muchas más virtudes. Son cosas que de niña no podía apreciar.
Sin embargo, siempre se termina hablando del pasado. De lo insoportable y caprichosa que era de chica, de la facilidad que tenía mi hermano para lastimarse y de cómo mi primo siempre conseguía todo lo que quería. Nos divertimos hablando sobre ello pero es ahí cuando las emociones comienzan a mezclarse. Se recuerda lo bueno y lo malo. Los que están y los que ya se fueron.
A medida que pasa el tiempo esto se torna más difícil y más rico al mismo tiempo. Un hermano que se casa, el primo que tuvo la bebe más hermosa - la primera de la familia en 22 años - y la cumpleañera que este mismo año se recibe. Todas las emociones que están por venir iluminan aquellas que estuvieron antes. Las complementan y las fortalecen. El pasado sigue latente pero hace que el presente sea más interesante que por sí solo.
Cumplir año tiene un deje de nostalgia. Nos damos cuenta de lo que somos y lo que fuimos. De todo lo que hicimos y de aquellas oportunidades que dejamos pasar. Los amigos que fallaron, los amores que nos lastimaron y los parientes que perdimos. El final del día siempre se torna melancólico y es difícil contener alguna lágrima, facilitada también por algunas copitas, que descarga lo emotivo del día. Ahora el final de mi cumpleaños es una mezcla de alegría y tristeza contenidas en las esperanzas del futuro que se aproxima. No juego con mis juguetes sino con mi pasado.
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