miércoles, 1 de junio de 2011

Tragedia contemporánea

Las novelas inundan la programación televisiva. Proporciona un entretenimiento que satisface las necesidades de “imaginar” una vida distinta a la propia y olvidarse de la suya. Es un modo de catarsis que apela a sentimientos de pena, compasión, temor y pasión. Sin embargo, los temas y los personajes no tienen nada de innovadores. Desde las tragedias griegas, la avaricia, el poder, la envidia y el amor movilizan las tramas y cautivan la atención del espectador.
Por un lado, encontramos a la joven pobre y con una belleza impresionante. Es una especie de Pandora que complica la vida de todos los personajes, pero los atrae y enamora al mismo tiempo. Su belleza y sensualidad le provocaría envidia hasta a Afrodita. Quizá es la reencarnación de la diosa y nunca nos damos por enterados.
El príncipe confundido. El hombre bondadoso que le ofrece trabajo a la damisela en apuros y que con el paso del tiempo se enamora de ella. Claro, no es su culpa, es que ella irradia una atracción propia de las pociones de amor. Es el dueño de la mansión y el centro de todos los lazos en la novela. Es el Zeus poderoso, que por momentos, muestra una sensibilidad y un cariño más propio de Orfeo que del rey del Monte Olimpo. Por desgracia, solo ocurre con ella.
Por supuesto que el príncipe nunca es soltero, eso no tendría atractivo alguno. A su lado, está la malvada esposa. La celosa y resentida Hera. Es esa mujer que pasa toda la novela obstruyendo la relación con la desgraciada protagonista. Así como con Hera, seespera que se quede de brazos cruzados mientras su esposo la adorna a guampas y le miente mirándola a los ojos. El príncipe es un pobre miserable que está confundido y por eso, a pesar de que corteja, besa y se acuesta con la otra, sigue profesando su amor hacia su esposa junto con un torrente de promesas falsas.
Nunca falta el hijo perdido. ¿Cómo podría ser interesante si no aparece un hombre que fue dado en adopción porque su madre se acostó con el hermano de su esposo? El Orestes de las novelas latinoamericanas retorna a su palacio en busca de su familia, y por lo general, de ese trono perdido. Y así, junto con él, también nos cruzamos con su hermana Electra. Es aquella mujer que odia a su madre por cómo la trató toda la vida. Su carácter vengativo sobrepasa el de la esposa del príncipe, pero se ve justificado por los traumas de su infancia.
El coro y las Erinias son clave en este estilo de programas. Aquella aglomeración de mujeres chusma que relatan todo lo que pasa entre los protagonistas y sirven para aclarar los temas, como si ya no fueran lo suficientemente obvios. Las ocupadas Erinias trabajan el doble. Siempre hay alguno que termina ciego, parapléjico o sordo. Estos seres, que proporcionan venganza a los culpables de un crimen, dotan de emoción y suspenso a las tramas de las novelas.   
Las similitudes entre las novelas contemporáneas y las tragedia griegas son exhaustivas. A pesar de esto, hay una diferencia fundamental entre ambas: la calidad. Si Eurípides, Sófocles y Esquilo estuvieran vivos, nadarían en riqueza y serían más famosos que Tinelli. Pero quién sabe, tal vez se dejarían atrapar por el rating y sus productos serían igual de lamentables que los que hoy asedian los canales de televisión.